Honradez y chulería, sin duda, son dos palabras que definen a la perfección a Fernando Lavado. Y ambas van cogidas de la mano, inseparables, durante los casi 30 años de la trayectoria profesional de nuestro rocker patrio por excelencia. Alguien que se ha paseado por la cresta de la ola y pateado miles de kilómetros por el fango con esa elegancia, en ambos casos, que solo está al alcance de los individuos extraordinarios. Una buena persona y artista, de pies a cabeza, que descubrí una noche del lejano año 1986 en el que tuve el placer de programarlo en directo, liderando a unos incipientes Gatos Locos, en la desaparecida y mítica sala Gasolinera. ¡Qué inolvidable noche de rock and roll!
Por muchos cruces de caminos, traidores o tentadores, que hayan podido salir a su paso, casi siempre ha sabido elegir la dirección adecuada a su principios. Ahora ya es perro viejo, condición que lo convierte en más sabio. Atrás quedan los días de vino y rosas, diez discos, alguno de ellos superventas, y canciones emblemáticas como “Prende una vela por mí”, “Laredo”, “Sigo esperando”, “Caramelo” o “Del amor al odio”, pero, por suerte, aún perdura su innato desparpajo sobre un escenario, donde no ha perdido ni un ápice de brío con el transcurso del tiempo y donde sigue siendo el rey. Fernando Lavado, con el viento a favor o a contracorriente, siempre un tipo con clase y necesario. ¡Qué impagable lección de rock and roll!
* Mi aportación a la entrevista que Edu Guillot le realizó a Fernando Lavado y que se publicó en NEO-La Cartelera del periódico Levante.